Feliz Navidad. Esta noche es una noche de maravillas, un gran misterio. Hemos escuchado la historia de José y María caminando hacia Belén para el censo romano. Jesús nace en una noche estrellada. Los pastores vienen a ver al niño que se cree que es Dios. Los Reyes Magos de Oriente ven la estrella. El universo se alinea. Este niño, nacido en la oscuridad, en condiciones pobres, es el momento en que Dios entra en el tiempo humano. El Dios del cosmos se revela para todos. Dios se hizo carne para toda la creación. Vivimos en el amanecer de la creación cuando las estrellas de la mañana cantarán juntas, y nuestra tierra, mientras aún se está creando, se vuelve más hermosa cada día.
Celebramos la Natividad, llamada la Encarnación, porque Dios, a través de Jesús, se hace humano, y somos elevados a una nueva dignidad. Tenemos el favor de Dios. Experimentamos una unión con Dios. Ya no somos nosotros los que vivimos, sino Cristo que vive dentro de nosotros. Esta es la razón por la que cantamos canciones como Noche de paz, Alegría para el mundo y canciones de consuelo y alegría. Toda la creación se reconcilia. Hacemos una pausa. Disminuimos la velocidad y nos sentamos en silencio en medio del silencio.
Somos elevados a una nueva dignidad. Somos seres luminosos, tanto espíritu como luz de estrella. Llevamos la luz del amor, que nace hoy. A través de nuestro amor, la oscuridad desaparece. Perdonamos y nos reconciliamos al participar en el plan de unión y comunión de Dios. Somos diferentes hoy que ayer porque elegimos el amor, la esperanza y la buena voluntad como nuestra forma de vida.
Visitamos a la familia y a los seres queridos y los criamos con dignidad. Los tenemos en alta estima por este día. Dejamos atrás los juicios y las experiencias porque nos aferramos a la esperanza y a los nuevos comienzos. Cada día nos encontramos con Dios que nació para nosotros. Nuestros corazones son más ligeros porque Dios los ha sanado y los ha abierto más ampliamente. Buscamos sinceramente la comunión con los demás. Incluso pasamos tiempo en la naturaleza porque Dios nos trae armonía.
Visitamos a la familia y saludamos a cada persona con dignidad. Mientras lo hacemos, hacemos una pausa, los miramos directamente a los ojos y les deseamos paz, consuelo y alegría. Les decimos que nos preocupamos por ellos, especialmente cuando el amor se ha apagado. Dios reaviva el amor nuevamente. Hemos resucitado. Somos seres luminosos. El Dios del amor ha nacido en nuestros corazones. Nos encontramos en el amanecer de un nuevo día, y nuestras voces están llenas del canto de los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad”.
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